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El separatismo catalán no cae muy lejos del criminal foro de San Pablo. En esta entrada el Dr. Marcelo Gullo relaciona las ideas.
1936: El terror revolucionario recorre Tarrasa , pulsar el enlace.
Tarrasa era una ciudad catalana fuertemente industrializada. De ahí la tradición obrerista que quedaría reflejada en el fuerte impulso que adquirió el anarquismo en el primer tercio del siglo XX. La capital de Egara siempre fue una ciudad conflictiva y con un bagaje revolucionario violento en las huelgas de 1932 o el golpe de Companys de 1934. Contaba la población también con una Derecha que en su momento había fundado la Unión Monárquica Nacional. Y en las tierras egarenses se mantenía una fuerza nada despreciable de tradicionalistas y lligaires que hacían de freno a las constantes violencias revolucionarias que agitaban la ciudad. Recordar que en estas lides, el Centro Tradicionalista llegó a sufrir un atentado con bomba. Al llegar la Guerra Civil, Tarrasa sería una de las ciudades catalanas con más asesinados por habitante. Más en concreto fueron asesinadas 223 personas (pensemos que el riguroso estudio del General Salas Larrazabal, atribuye unos 130 fallecidos en el bombardeo de Guernica). De los asesinados en este municipio catalán, 136 estaban casados y en total dejaron 441 huérfanos. La cifra es muy alta porque muchos eran católicos con familia numerosa. Entre ellos, por ejemplo, el tradicionalista Miguel Marcet Poal que dejó 11 hijos huérfanos.
fueron asesinadas 223 personas. De los asesinados en este municipio catalán, 136 estaban casados y en total dejaron 441 huérfanos.
Ante el estallido el Alzamiento en Barcelona, habían salido 37 egarenses para incorporarse al cuartel de artillería de San Andrés en Barcelona. De ellos la mayoría eran requetés, pero ni si quiera pudieron llegar a combatir. Sin embargo, ello causó una cadena de registros y persecuciones en la ciudad para eliminar a los elementos “quintacolumnistas”. El Comité de Enlace Antifascista, desde el mismo 18 de julio, ya fue preparando las “listas negras”. Pronto se producirían las detenciones. El 23 de julio, un periódico revolucionario local, L´acció, anunciaba la captura de Antonio Barata Rocafort por ser “el jefe de la CEDA”. Le siguieron 31 detenciones de las cuales cuatro eran sacerdotes. El 22 de julio, los partidos revolucionarios asaltaron los locales de los partidos de derechas y el Círculo Tradicionalista, en los que se instalaron. A partir del 23 ya empezaron a aparecer muertos ejecutados en las cunetas. El poder revolucionario había quedado en el Comité de Milicias Antifascistas en el que participó Esquerra Republicana de Cataluña (ERC), la CNT/FAI y otros partidos revolucionarios.
La sangre iba corriendo de forma dramática, hasta tal punto que el propio Comité Antifascista, en un comunicado el 12 de septiembre de 1936, amenazó a los propios anarquistas de que “Todos cuantos individuos o grupos que sean hallados indocumentados, haciendo registros o detenciones, serán ejecutados sin formación de causa”. La situación llegó hasta tal punto que incluso la CNT fusiló a cuatro de sus miembros descontrolados. Del 19 de julio al 14 de octubre (día de la constitución de un nuevo Ayuntamiento) ya habían sido asesinadas 121 personas, de las que 13 eran religiosos. Muchos fueron ejecutados individualmente fuera de la ciudad como un tétrico goteo, día a día. El 23 de julio es asesinado en la carretera de la Rabassada y Sant Cugat el joven falangista Joan Comas Montllor; igualmente es martirizado Padre Escolapio. Josep Bové i Obrador; o bien se encuentra asesinado en las cercanías de Matadepera a Miguel Trullás i Maxench. Mientras los incendios y derrocamientos de Iglesias y edificios religiosos empiezaron hasta dejar una ciudad desolada. El 24 de agosto se produjo una saca de habitantes de la vecina población de Matadepera. Se conoce como los hechos de la Font de l’Olla, donde se encontraron ocho cuerpos asesinados: Agustín Prat Marcel; Cayetano Vallès Pujals; Miguel Pascual y Elvira; Joaquín Barata Rocafort; Juan Salvans Piera; Manuel Vallhonrat Comerma; Francisco de P. Badia Tobella, Francisco Salvans Armengol y José María Duran Carreras.
Después continuaron los asesinatos individuales día a día. El 26 de agosto llega el rumor del asesinato del Mosén Antonio Vergés Samaranch. El 28 de agosto aparece asesinado por las calles Ramón Parés Vilasau (que había sido Diputado provincial de la Comunión Tradicionalista); al día siguiente el escolapio Esteban Portell Oller; el 30 encuentran el cadáver de Francisco Coret Palá; el 31 corre el rumor del asesinato del mencionado Antonio Barata y Rocafort, y el Teniente de la Guardia Civil Miguel Pintado Rincón. En un estudio en profundidad de Cristina Virgili Puy, titulado Violencia revolucionaria en la retaguardia de Tarrasa, encontramos una de las indagaciones más completas de la persecución sufrida en la ciudad. Por posicionamiento ideológico, los que más sufrieron mayor persecución fueron los carlistas, con 68 asesinados; le siguieron 20 militaban de la Lliga;16 de la CEDA y otros, que militaban en otros partidos. Según la historiadora, “la posible causa de la muerte en la mayoría de los casos fue por hemorragia interna traumática provocada por arma de fuego. En algunos casos especifica que fue por fractura en la base del cráneo o que tenían un maxilar o ambos destrozados. También hay víctimas que fueron mutiladas o que su cadáver fue quemado”.
la posible causa de la muerte en la mayoría de los casos fue por hemorragia interna traumática provocada por arma de fuego. En algunos casos especifica que fue por fractura en la base del cráneo o que tenían un maxilar o ambos destrozados. También hay víctimas que fueron mutiladas o que su cadáver fue quemado
No podemos olvidar los asesinatos grupas y las sacas que se produjeron también. Uno de ellos se produjo cuando las tropas nacionales bombardearon la villa de Rosas el 30 de octubre. En represalia fueron ejecutados 12 prisioneros. También ocurrió un fenómeno típico de las patrullas de control: Ciudadanos de Tarrasa eran llevados a los comités de otras poblaciones para ser asesinados fuera de la ciudad; a cambio los milicianos de Tarrasa traían a prisioneros de otras localidades para ejecutarlos en su territorio. Así, en las cercanías de la ciudad se encontraron hasta 46 cadáveres procedentes de otras poblaciones catalanas. Entre ellos 14 vecinos de Sant Feliu del Llobregat. L´Acció daba la noticia: “La madrugada del 23 de agosto de 1936 se encontraron 14 cadáveres entre Les Fonts y Rubí en pilas de vecinos de Sant Feliu de Llobregat. (…) Todos ellos llevaban encima un buen número de cruces, medallas y escapularios”. O bien se encontró un grupo de ocho vecinos de Olesa de Montserrat, cuyos cadáveres fueron rociados con líquidos corrosivos y quemados. Igualmente se dio el fenómeno de las fosas comunes, del que hoy tanto se cacarea. A ellas se les llamó cementerios clandestinos, según ha investigado Cristina Virgili, pues eran enterrados clandestinamente en fosas comunes en el cementerio de Tarrasa. Ahí solían acabar los que eran juzgados por tribunales populares que los condenaban sin motivo legal alguno. Por la noche, los llamados coches fantasmas los llevaban al cementerio donde serían asesinados en grupos. También se dio el trágico fenómeno de las Checas. Estaban ubicadas en los locales de las patrullas de control, en el Comité de Salud Pública, en la torre Torrella de Can Prat o en la torre de Can Moritz. También se utilizó el Gran casino como checa y centro de detención.
se encontró un grupo de ocho vecinos de Olesa de Montserrat, cuyos cadáveres fueron rociados con líquidos corrosivos y quemados.
En Tarrasa el grupo anarquista más temible fue el denominado el de “Pedro y sus chiquillos” dirigido por el faísta Pedro Alcocer Gil. Era un experto en explosivos, y en 1934 fue detenido por almacenar material para fabricar bombas. Al iniciarse la Guerra Civil, Pedro organizó y armó a “sus chiquillos” formando las primeras Patrullas de Control. Durante los meses iniciales de la guerra fue nombrado representante de la CNT-FAI en el Comité de Salud Pública de Tarrasa. Varios testigos, de diferente signo político, y libros de memorias coinciden en señalar a Pedro Alcocer y su grupo como los responsables de la mayoría de los asesinatos cometidos. En concreto, Magí Davi, militante del POUM, escribía: “Pedro Alcocer fue quien controló la represión durante los primeros meses de guerra. Fue un periodo caótico en el que todos tenemos una buena parte de responsabilidad por haberlo tolerado. La CNT, que se apoyaba en Pedro y sus Chiquillos, le dejaba hacer ignorando las críticas y valorando excesivamente la fuerza de las masas que hasta entonces había arrastrado“. Al terminar la Guerra Civil se exilió a Francia y luego a Venezuela. En Francia se le conoció una vida de lujo sólo explicable por el dinero que había conseguido acumular con las requisas, robos y chantajes. Murió en el país vecino en 1992.
Javier Barraycoa